El hombre es un ser con capacidad para razonar de manera abstracta y creativa para comunicarse, resolver problemas y vivir socialmente, una capacidad que le permite convivir en paz con el otro; son herramientas que miden su evolución al facilitar desplegar su condición humana, es decir, experimentar cualidades en su conducta dirigidas a ayudar al necesitado, mostrando compasión, bondad y empatía al reconocer a ese otro como igual. Es la esencia del ser humano que determina su capacidad para el bien o para el mal.

El 7 de octubre el mundo presenció un espectáculo dantesco transmitido en tiempo real por sus perpetradores, un espectáculo que dejó al mundo atónito y horrorizado, fue una acción terrorista ejecutada sobre Israel, la cual, si bien tomó por sorpresa total al ejército israelí, la sorpresa mayor fue recibida por el mundo civilizado, al conocer que la operación estuvo concebida y dirigida contra la población civil sin distingo alguno, es decir, fue el desarrollo de una violencia expresa con el objetivo, entre otros, de mostrarla como espectáculo en las redes sociales, convertidas así en plaza pública, fue una violencia primitiva, cruel, horrorosa, visibilizada sin reparo alguno, dirigida a transmitir y comunicar un mensaje de poder y dominio; mostrar la muerte mediante un baño inimaginable de sangre e impensable en sus formas: decapitaciones, desmembramientos, incineraciones, cortes de vientres, apuñalamiento de nonatos, de niños y otras más, es una conducta que está hablándonos, la muerte y sus formas para Hamás no es importante, no deslegitima su acción, la enaltece, es parte de su ADN, es su reclamo ante nuestros ojos, nos habla de un choque de culturas, pues Occidente, cuando hace uso de la violencia lo hace con sentido inmunológico para sanar, e incluso trata de ocultarla y reprimirla, es la razón por la cual la pena capital ha ido desapareciendo de los ordenamientos legales del mundo judeo-cristiano, es secuencia de la evolución de humanidad.

Este acto horroroso del 7 de octubre ha generado tensión entre la violencia que comunica y la violencia que desinfecta, así, lo moral se descubre como dilema al plantear como actuar frente al horror, este dilema se convierte en una primera trampa que deja evidente la tensión cultural y religiosa envuelta en ellas, es el islam frente al mundo judeo-cristiano; la primera, el Islam  comunica muerte para el extraño, el infiel, es un mensaje único y directo, es la violencia como espectáculo para transmitir señorío y poder, es la violencia publica que vive Occidente en cada demostración callejera que festeja como victoria el dantesco 7 de octubre, similar a los festejos de aquel 11 de septiembre sobre las Torres Gemelas; es la violencia implícita y publica en las demostraciones de oraciones sobre las vías que paralizan la vida ciudadana en las ciudades de Europa; es la burka, el niqad y el velo en Europa; es la imposición y práctica de la ley sharía en los paises de acogida de una migración que se muestra como invasión; la segunda, la cultura judeo-cristiana busca encontrar el camino de ganar y/o mantener la paz mediante el reconocimiento del otro, la cual, a través de explicaciones marca una ruta de suicidio y, en ese momento cae en la trampa de lo subjetivo, lo cual explica la acción de algunos medios, universidades e intelectuales de occidente que ocultan la violencia dantesca y publica, callan el teatro de sangre, para exponer la violencia usada para desinfectar el virus del terrorismo, es decir, para exponer la respuesta sin venganza, esa defensa necesaria para evitar otro giro de la espiral de violencia. Es la cretinada de la izquierda que abandonó el marxismo por una idea de turbulencia racista, alteración de la historia y de identidad borrosa. 

El momento hace prudente dar cabida al sentido común y comprender el derecho de Israel a defenderse, a perseguir a Hamás como responsable del horror; también para preguntarnos un ¿cómo?, ante la realidad de Gaza y la conducta pública y notoria de esa organización terrorista que usa a la población civil como arma y escudo, es una realidad permitida y financiada por el mundo que los hace cómplices de las consecuencias que hoy se exponen con crudeza ante la respuesta Israelí, cuya proporcionalidad no puede esperarse en la aplicación del “ojo por ojo  y diente por diente”, sería una violencia primitiva y publica, un espectáculo que entregaría la victoria al terror, la respuesta necesaria debe asegurar el exterminio del agente o virus que genera terror, es esa la única medida de proporcionalidad posible, evitar su repetición, una violencia entendida como remedio, mas no como venganza.

Ante el ejercicio del derecho a defenderse de Israel, otros reaccionaron amenazantes para cuidar a Hamás (el virus), entre ellos, algunos paises árabes e Irán reafirmando el trasfondo religioso y cultural, pero, ante esas amenazas han reaccionado Europa y Estados Unidos, quien para proteger el derecho a la defensa (la desinfección) trasladó dos de sus flotas al área, son reacciones que llaman la atención sobre un trasfondo geopolítico oculto y mayor que obliga a mirar los últimos sucesos que han trastocado la convivencia reciente del mundo. De allí surge la pandemia como acontecimiento que expuso la debilidad y dependencia en muchas áreas tecnológicas de Occidente ante China. Luego, la guerra en Ucrania, originada por la invasión rusa de Ucrania, que dejó evidente la dependencia energética de Europa construida desde de Rusia; también observamos los distintos golpes de estados ocurridos en África, que alentados por Rusia han servido para expulsar la presencia de Francia en la región, abriendo oportunidad al control ruso de minerales estratégicos, y los movimientos de China sobre Taiwán, todo en su conjunto habla de un eje: Rusia, Irán, China, y brotan preguntas: ¿Por qué el 7 de octubre? ¿Por qué su violencia publica y dantesca?

Podemos concluir que el 7 de octubre, en ese contexto, se ejecutó para provocar con seguridad una respuesta fuerte de Israel, que echará por el inodoro los Acuerdos de Abraham, que pusiera fin al proceso lento pero firme de una ruta de paz, cooperación comercial y energética que ha ido construyendo Estados Unidos con la India y algunos paises árabes, Arabia Saudita entre ellos para alimentar de energía a Europa, se devela de esta manera un problema de poder, de zonas de influencia y de una lucha silenciosa por dibujar el mundo futuro entre potencias, lucha que sube de tono y coloca al mundo en peligro, la conversación ha surgido con violencia en alto grado que deja poco margen de maniobra a sus actores.

En este panorama puede observarse el acercamiento de los Estados Unidos a la dictadura de Maduro en Venezuela en búsqueda de un proveedor más de energía para Europa, colocando al país en el tablero de juego, pero, bajo una óptica de incertidumbre, ante: 1) La presencia e influencia en Venezuela de los paises del eje del mal: Rusia, China e Irán; 2) La actividad energética de compañías petroleras norteamericanas en la zona en reclamación del  Esequibo; 3) El referéndum convocado sobre el ejercicio de soberanía sobre el Esequibo y, 4) Un posible proceso electoral en Venezuela.

Venezuela se hace de esta manera un nuevo frente en el conflicto geopolítico mundial, que, desde la cercanía con los Estados Unidos, ayudaría a bajar la presión en otros frentes al traer el enfrentamiento al continente americano, la esperanza nace de saber que la dictadura de Marcos Pérez Jiménez fue derrocada solo cuatro meses antes de la fecha fijada por esa dictadura para ocupar de hecho el Esequibo. La humanidad peligra