RAFAEL ALBERTI

RAFAEL ALBERTI
AL COLOR
A ti, sonoro, puro, quieto, blando,
incalculable al mar de la paleta,
por quien la neta luz, la sombra neta
en su transmutación pasan soñando.
A ti, por quien la vida combinando
color y color busca ser concreta;
metamorfosis de la forma, meta
del paisaje tranquilo o caminando.
A tí, armónica lengua, cielo abierto,
descompasado dios, orden, concierto,
raudo relieve, lisa investidura.
Los posibles en ti nunca se acaban.
Las materias sin términos te alaban.
A ti, gloria y pasión de la Pintura.
EL ÁNGEL DESCONOCIDO
¡Nostalgia de los arcángeles!
Yo era…
Miradme.
Vestido como en el mundo,
ya no se me ven las alas.
Nadie sabe cómo fui.
No me conocen.
Por las calles, ¿quién se acuerda?
Zapatos son mis sandalias.
Mi túnica, pantalones
y chaqueta inglesa.
Dime quién soy.
Y, sin embargo, yo era…
Miradme.
EL ABURRIMIENTO
Me aburro.
Me aburro.
Me aburro.
¡Cómo en Roma me aburro!
Más que nunca me aburro.
Estoy muy aburrido.
¡Qué aburrido estoy!
Quiero decir de todas las maneras
lo aburrido que estoy.
Todos ven en mi cara mi gran aburrimiento.
Innegable, señor.
Es indisimulable.
¿Está usted aburrido?
Me parece que está usted aburrido.
Dígame, ¿adónde va tan aburrido?
¿Que usted va a las iglesias con ese aburrimiento?
No es posible, señor; que vaya a las iglesias
con ese aburrimiento.
¿Que a los museos —dice— siendo tan aburrido?
¿Quién no siente en mi andar lo aburrido que estoy?
¡Qué aire de aburrimiento!
A la legua se ve su gran aburrimiento.
Mi gran aburrimiento.
Lo aburrido que estoy.
Y sin embargo… ¡Oooh!
He pisado una caca…
Acabo de pisar —¡Santo Dios!— una caca…
Dicen que trae suerte el pisar una caca…
Que trae mucha suerte el pisar una caca…
¿Suerte, señores, suerte?
¿La suerte… la… la suerte?
Estoy pegado al suelo.
No puedo caminar.
Ahora sí que ya nunca volveré a caminar.
Me aburro, ay, me aburro.
Más que nunca me aburro.
Muero de aburrimiento.
No hablo más…
Me morí.
CÚBREME, AMOR, EL CIELO DE LA BOCA
Cúbreme, amor, el cielo de la boca
con esa arrebatada espuma extrema,
que es jazmín del que sabe y del que quema,
brotado en punta de coral de roca.
Alóquemelo, amor, su sal, aloca
Tu lancinante aguda flor suprema,
Doblando su furor en la diadema
del mordiente clavel que la desboca.
¡Oh ceñido fluir, amor, oh bello
borbotar temperado de la nieve
por tan estrecha gruta en carne viva,
para mirar cómo tu fino cuello
se te resbala, amor, y se te llueve
de jazmines y estrellas de saliva!
DIME QUE SÍ
Dime que sí,
compañera,
marinera,
dime que sí.
Dime que he de ver la mar,
que en la mar he de quererte;
compañera,
dime que sí.
Dime que he de ser el viento,
que en el viento he de quererte;
marinera,
dime que sí.
Dime que sí,
compañera,
dime,
dime que sí.
Del barco que yo tuviera,
serías tú la costurera.
Las jarcias, de seda fina;
de fina holanda, la vela.
—¿Y el hilo, marinerito?
—Un cabello de tus trenzas.
Tomados de:
Alberti, Rafael. Antología Poética, Ediciones del Sur. Córdoba, Argentina 2003.
Total visitantes:
12615
Total vistas de página:
33780