Cuatro poemas de Michelle Rodríguez Lugo

Cuatro poemas de Michelle Rodríguez Lugo

Michelle Rodríguez Lugo viernes 1 de septiembre de 2017

“Me estoy autocensurando.
La autocensura me está consumiendo”.
Daniela Nazareth

Desde que encontré un trabajo serio
no me manifiesto en el designio
intento frenarme en los signos de interrogación,
estoy
tácita,
vertiginosa,
desechable,
no sabía que este asunto de crecer
descarrilaba coordenadas,
hallando un norte hastiado de cuentas,
lo único que me salva
es este corcho miope añejado que no se acostumbra a la idea
de que me apuñalé en la primera caída,
convirtiéndome en hierba seca,
lo único que me salva
es el impermeable como conciencia todavía de esto,
de que aún en este mundo de estructuras
me crean desdichada por no seguir ciertos patrones,
no obstante, mi lengua se encuentra la mayor parte del día dormida
       y lo aplaudan, creyéndose victoriosos
que precisen que permanezca omitida,
me amolde a esta vida coherente
que ven como la apropiada desde sus hilos y agujas,
lamento informarles, señores,
que una hierba después de seca
no cambia,
         prende fuego.


Sazono en la lengua poco a poco todo un incendio,
brusco ante la adversidad
donde se concentra ella en una tierra que reposa herida.
Es tan amargo que
cuando atiendo a su labor me siento vendida
pareciera que la moneda le ha apretado el alma
                         .ensalza el telón          y acción
son muchos los que deja caídos       desplomados  más allá del       hambre,
ay, si usted supiera      me arde el lado izquierdo del pecho
violado ante el vaivén lacrimógeno.
                       me estoy adaptando
a no babosear en la llama,
al humo que llevan mis bolsillos recosidos por no dar ni pa’ un pan,
al sabor agrio que punza al verlos rebuscando en la basura.
Yo,
que no sé mucho de ella, aunque sé          que se sienta en todos los comedores de mi gente
que he sido mártir,
que he llorado todos sus entierros
y me ha forzado a ventilar su flama,

Sepa
que a todo fuego también le llega su ceniza.


A Jesús Amalio

Hay momentos en que amerito tus recuerdos
      —entre las horas—
porque de pronto así
          no olvide,
en ocasiones invento un brindis
con la taza de Buffy y Virginia Woolf,
nos repaso en aquel banco de la Alameda con sobredosis de té negro,
ese lugar que comienzo a olvidar
      al no recordar su nombre durante estos cinco segundos,
ese suelo gris donde cada uno supo marcharse bien,
donde tus ojos color sol me encandilaban la tristeza,
donde te abracé sin pensar que sería la última vez no sé en cuánto tiempo,
y que si vuelves verás mis piernas que ya no patalean,
y mi cuerpo que no está tan encorvado
y que claramente ya no se mezcla el puerco en mi risa,
notarás de pronto a una bohemia disfrazada de otra gente,
que se siente como un ticket al que se le retiene el I.V.A
utilizándolo para pagar la ausencia de todos mi “yo”
            porque ya no tengo superpoderes
            porque nunca entendiste que los míos sólo funcionaban si estabas tú,
sé que es cruel este método de crecer,
pero si ves a una boa tragándose a un elefante
pídeme         donde estés
                                    que no vea el sombrero.


El horóscopo me advirtió
que llegaría alguien,
era obvio titubear
aunque el azar accedió dócil,
se presentó por la tarde
cuando el sol se tapaba y tapaba consigo el tarot,
desde allí quise quererte
pero precisabas de un tiempo
para fregarte el pasado
uno que volvió a instalarse a los meses
dejando sin resultado mis esponjas de alambre,
fue un hecho el no pensar que sólo era un soporte para tu raíz,
yo te creía
porque era fácil creer que tu equipaje ya tenía un lugar en mi closet,
era fácil creerte porque hasta tú te lo creías,
fue un apego bipolar
de pocos acuerdos,
no recuerdo un momento en el que los dos
residiéramos en la misma línea de esta cuerda floja,
este cable tenso que me tentaba a brincar,
soporté hasta el fondo
me volví dada y distraída
me volví dada y torpe
hiciste conmigo lo que te dio la gana
pero sin duda
estos pies
fueron desenganchándose dedo por dedo
cargados/cansados
de estar en retroceso
por el punto izquierdo de una recta real
que lo único real que tenía es que una tarde
bajé un buen rato la manilla del water clock
como quien asesina, como quien ahoga
sin dejar ningún rastro de toda tu
defecación.

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Michelle Rodríguez Lugo

Escritora venezolana (Falcón, 1989). Licenciada en educación mención lengua, literatura y latín y técnica superior universitaria en contaduría pública. Estudia la licenciatura en contaduría pública. Ha participado en el Encuentro Literario de Jóvenes Creadores y en diversos recitales poéticos. Textos suyos fueron incluidos en la antología Amanecimos sobre la palabra (Team Poetero, 2017). Es miembro del Grupo Literario Febrero.

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