La incertidumbre que siente Álvaro la transmite en cada una de sus palabras. Sobre todo, el miedo a perder la vida en la carretera, incluso en las trochas o pasos ilegales. Torres relata que cuando viajó desde Venezuela hasta Perú perdió el único par de zapatos que lo acompañaba.
El retorno. Los países receptores con mayor registro de migrantes venezolanos son Colombia, Perú y Ecuador, pero debido a las medidas de cuarentena solo quienes residen en Colombia tienen la opción de regresar a través de un paso de retorno gestionado.
Su calzado se había desgastado en la mañana que decidió emprender el viaje. Su última opción fue utilizar unas cholas para continuar la travesía. Pero esta vez, el panorama era diferente. No hay transporte público como consecuencia de las regulaciones impuestas para la prevención del virus.
Él está consciente de que no habrá una ayuda en el camino. Tampoco garantías de llegar a salvo. Los que deciden emprender el viaje lo hacen ateniéndose a las consecuencias ocasionadas por la travesía.
“Tengo una hija de dos meses que me espera en mi casa y no puedo salir de este país. Estoy atrapado”, dijo Torres. Ahogó sus palabras al pensar en que su pequeña quizás nunca pueda conocer a su padre. A esto se le suma la desesperación que se desata durante la noche por no saber si al siguiente día va a tener un espacio para dormir.
Pero las dificultades no terminan ahí. Otra situación, quizás la más compleja, es la de volver a un país colapsado. Esta escena se repite en los padres y madres que actualmente transitan por las carreteras del continente para retornar al país, obligados por crisis, y teniendo que enfrentar otra cuando lleguen a su destino.