Ángel Ortega aún recuerda el llanto desbordado de su madre sentada al borde de la cama. Corría el año 2018 y ella no tenía consuelo ante el inminente viaje que haría su único hijo en búsqueda de estabilidad económica y calidad de vida.
Como Técnico Superior Universitario en Ciencias Audiovisuales y Fotografía, el venezolano Ángel estaba decidido a buscar oportunidades en Argentina. Debía reunir al menos 1.500 dólares para comprar los boletos aéreos de él, su esposa e hija de cuatro años de edad para ese entonces.
“Para reunir la plata yo prácticamente vendí todo lo que tenía en Venezuela: mi carro y parte de mis equipos audiovisuales. Sí me traje equipos, pero también vendí muchos en Venezuela. Dejamos ropa para traernos cámara, sonido, trípodes, luces, monitores. Todo”, explica Ángel para El Diario.
Aunque su norte era desarrollar su carrera profesional y sumar experiencia, él, sin saberlo, debía recorrer otros caminos para llegar a lo que hoy luce como su proyecto ideal.
El ahorro que él estimó le alcanzaría para tres meses, se le esfumó en poco más de cuatro semanas. Así se vio en la obligación de aceptar ser el vigilante nocturno del hostal donde se quedaba junto a su familia. Aunque tenía una habitación y un baño aparte, según cuenta, compartía otros espacios como la cocina. Además, explica, en invierno no contaban con agua caliente.